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sábado, 11 de septiembre de 2010

37 AÑOS DE LA MUERTE DE SALVADOR ALLENDE

Hoy se cumplen 37 años de la muerte del Presidente socialista chileno, Salvador Allende Gossens.

No quiero hacer un recuento de los hechos de los cuales se ha escrito y hablado mucho. No importa recordar cómo iban dándose las noticias de la sublevación militar, una más de las decenas que se dieron en Latinoamérica en esos años. No voy a describir cómo el mundo miraba atónito, un bombardeo aéreo en el corazón de Santiago de Chile, realizado por aviadores chilenos contra su Jefe Supremo. Tampoco hablaré del emplazamiento de blindados e infantería que ablandaban las pocas defensas que permanecían leales al mandatario. No voy a referirme a los audios que registran cómo los cabecillas del golpe tramaban el ataque militar más intenso que ha sufrido Chile en toda su historia republicana. Desde lejos porque la cobardía no les permitía acercarse. No deseo reiterar el dantesco aspecto de los noticieros de televisión que, en blanco y negro, mostraban a La Moneda en llamas y a las ambulancias con sus sirenas aullando por los muertos. Me repugnaría hablar del Estadio Nacional lleno de presos políticos a los que iban asesinando conforme los dedos genocidas, sin neuronas ni alma, se iban agitando. Jamás quisiera comentar los hechos de  los días posteriores: allanamientos, secuestros, fusilamientos extrajudiciales, fosas comunes, quema de libros, persecución, torturas, exiliados, huérfanos, Plan Cóndor. Menos interés me produce mencionar los 17 años de oscurantismo.

Sin embargo, sería tedioso y molesto tener que recordar las mezquindades que comenzaron a darse desde el mismo 4 de noviembre de 1970 en que Allende asumió el poder, no sólo por sus adversarios políticos sino por los que lo acompañaban en la Unidad Popular y en las izquierdas de su país. Indignaría narrar la incompetencia de la alianza que gobernaba con Allende, de las carestías, de la devaluación, de la inflación, de la escasez de todo. De los partidarios de izquierda arrojándose proyectiles entre si, presionando al Presidente, arrinconándolo, chantajeándolo, maniatándolo. Con amigos así, Allende no necesitaba demasiado tener a los gorilas encaramados, sólo tuvieron que esperar a que se debilitara al extremo y quedara aislado. No ganaría nada comentando sobre las intrigas de los maoístas contra los moscovitas, contra los trotskistas, contra los stalinistas,  contra los albaneses, contra los polpotianos, contra los reformistas y contra ellos mismos. Hubo intromisión de la que no voy a cavilar hoy, es verdad, pero encontraron el camino de la democracia dinamitado por los que debían soportar a Salvador Allende, tal vez eso diría si me fuera posible disertar sobre el tema. Hubo corrupción de las peores, pobreza de espíritu, de cerebro y de pan, pero no se los voy a contar,

No relataré lo que sintieron los jóvenes de esa época conmovidos con la muerte de Luther King y la del Che, los bombardeos a Vietnam, la primavera de Praga, París, etc.,  que veían al socialismo democrático como una vía inteligente y civilizada para mejorar el mundo. Me alejo de la posibilidad de decirles cómo minaban la democracia y el sistema, los antecesores de Allende. Ellos creían que los fusiles y los tanques iban a trabajar para ellos una vez que triunfara el motín de los sediciosos. Me niego a recordar a Nixon y a Brezhnev, que jugaban su ajedrez, sacrificando una ficha que nunca les importó de verdad. Tampoco quiero evocar a Kissinger, premio Nobel de una paz  falsa, precisamente en 1973. Podría escribir los versos más tristes esta noche y hasta una canción desesperada, evocando a Neftalí Reyes, quien murió de amor por Chile, 12 días después del cuartelazo.

En fin, como no quiero hablar de nada este 11 de septiembre, voy a recordar las estremecedoras palabras del condenado a muerte, presidente de Chile, cuando casi concluía su mensaje en Radio Magallanes aquel trágico día:
                                               "Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor"

No hay dictadura buena, ni de derecha, ni de izquierda. Ahí están Pinochet y Stalin, para que me entiendan la frase.

5 comentarios:

  1. Parece mentira cómo ha pasado el tiempo ya se pasaron 37 años y es probable que a muchos no les interese nada, el resumen que hace el autor es bastante desgarrador para quien conoce del tema.

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  2. Todo un fenómeno en latinoamerica digitado por potencias titiriteras teniendo como victimas nuestros parientes y los gobiernos de turno, yo estab chico pero me acuerdo de ésto y me indigna ver que solo condujo retraso y desigualdad en favor del confort, seguridad y riqueza de los Paises que lo auspiciaron.

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  3. Allende fue una víctima de los políticos de derecha y extrema izquierda. Le faltó fuerza para ponerlos en su sitio y Chile se convirtió en un caos. Luego vino Pinochet que decía que tenían que haber muertos en su lucha contra el "enemigo comunista" y sin embargo también se "equivocó" al llenarse de plata mal habida y eso tampoco tiene perdón. No puede haber impunidad aunque ya haya muerto. Los crímenes no se olvidan.

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  4. Gracias a Violeta, Tito y Darío por sus aportes a esta entrada. Allende fue víctima de muchas fuerzas encontradas, algunas visibles y otras ocultas. Fue debilitado por sus enemigos políticos y por sus vecinos partidarios. Los que lo derrocaron emplearon la violencia con el pretexto de enfrentar al "peligro comunista" pero cometieron los más execrables crímenes y delitos. Esa será la estatura que la historia de su pueblo les debe dar.

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  5. Hoy se cumplen 40 años del día más oscuro que vivió Chile y los chilenos en su historia. Es verdad que el país era un caos, pero en gran parte se debía a la manipulación ejerciada por la democracia cristiana, la derecha, la oligarquía y la CIA. Además, nada justifica la brutalidad y el genocidio ejecutado por el sanginario dictador Augusto Pinochet Ugarte.

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