La historia política haitiana recuerda a Francois Duvalier “Papa Doc”, quien en 1957 fue elegido presidente y en 1964 se declaró gobernante vitalicio, contando con el apoyo económico y militar de los Estados Unidos, como era común con las dictaduras de esos años. En 1971 y tras su fallecimiento, lo sucedió su hijo de 19 años, Jean Claude Duvalier “Baby Doc”, jefe de Estado más joven de la era moderna. Su gobierno se caracterizó por una generalizada corrupción, pugnas familiares por el poder, brutal represión a los opositores y postración económica para su país. Sin embargo, Haití vivió una cierta estabilidad y desarrollo económico. Las calles se mantenían limpias, la seguridad estaba garantizada, los servicios de alumbrado eléctrico no sufrían cortes, el desempleo era bajo y existía el servicio de agua potable. Por auspicio de su esposa Michèle, se construyeron algunos hospitales y escuelas. Sin embargo se rumoreaba que los parientes de la primera dama eran una de las familias más corruptas del país. En 1986, al perder el apoyo militar y económico estadounidense, es derrocado por el Jefe del Ejército y se exilió en Francia.
Haití es un país que tiene 9 millones de habitantes, uno de los índices de desarrollo humano más bajos del mundo, una renta per cápita de 772 dólares al año, más de 80% de la población bajo el umbral de la pobreza, el 90% de sus niños tienen enfermedades hídricas y parásitos, el 50% de sus muertes son a causa de sida, infecciones respiratorias, intestinales, cólera, etc. Tienen un suelo erosionado y desforestado que pasó de una superficie arbolada del 60% en 1923 a 2% en 2008. Este país situado en la isla La Española, descubierta por Colón en 1492 y compartida con República Dominicana, ha sufrido desastres naturales como inundaciones, tormentas, huracanes y terremotos. Precisamente el 12 de enero de 2010 sufrieron un violento sismo de 6.9 grados en la escala de Richter, el más fuerte en 200 años, que dejó más de 300,000 muertos, un millón de afectados y un país en la más completa anarquía y en un caótico desgobierno.
“La gente siente nostalgia por Duvalier, por algo que sea mejor, aunque ligeramente. El promedio de los haitianos, que no son intelectuales ni figuras políticas pueden sentirse nostálgicos por la vida que conocieron bajo Duvalier. Saben lo que servía y lo que no. Que había una orden y una ley, impuestas para bien o para mal”, expresó la escritora Amy Wilentz que ha estudiado y escrito sobre Haití desde 1990 a la fecha, es escritora con publicaciones en el New York Times y Los Angeles Times entre otros, ganadora de premios como escritora y reputada en los círculos de crítica de su país. Muchos haitianos evocan con añoranza las épocas en que se podía caminar con tranquilidad por las calles que eran resguardadas por la policía paramilitar de “Baby Doc”, que sostenía a su régimen con la fuerza, torturaba y desaparecía a los opositores y robaba a sus anchas. Aunque este cuerpo criminal-policial fue disuelto durante la ocupación americana en 1995 y más del 60% de los haitianos no los recuerdan, se ha generado una especie de mito que los eleva en la mente de los habitantes de esta sufrida nación, la más pobre y desarticulada de occidente, ávida por encontrar algo que los rescate del infierno que viven.
Desde 2006, “Baby Doc” trató de volver a su país y participar en las elecciones, pero no pudo inscribirse. En 2007 hizo llegar a Haití un discurso grabado pidiendo perdón por los excesos de dictadura, lo que fue desestimado por la clase política, incluyendo al presidente René Preval. Sorpresivamente, el pasado domingo 16 de enero llegó a Puerto Príncipe, con un pasaporte diplomático obviamente caducado y fue recibido por centenares de simpatizantes quienes lo acompañaron al Hotel Karibe, en el barrio de Petionville. El martes fue conducido a la fiscalía por agentes policiales y de Naciones Unidas donde fue interrogado y acusado por corrupción, robo y malversación de fondos públicos. Al cabo de algunas horas, “Baby Doc” salió en libertad aunque se dijo que estaba a disposición de las autoridades jurisdiccionales. En los exteriores, sus seguidores lo aclamaban mientras fustigaban al régimen de Preval. Los medios de prensa señalan que también el ex presidente Jean Bertrand Aristide, quien tiene mucho más popularidad que Duvalier, ha expresado su voluntad de dejar el exilio en Sudáfrica y retornar al país del que fue desterrado en 2004 en medio de una revuelta y en lo que él denomina “un secuestro estadounidense”
Este hecho viene a complicar la espeluznante situación de este país al que parece haberle caído todos los males del mundo y ante lo cual, los seres humanos nos mostramos indolentes, abúlicos y negligentes. Una vez más se pone en evidencia que hemos dejado en el más profundo desamparo a 9 millones de personas a cuyos gobiernos, durante décadas, algunos poderosos países, copartícipes, les facilitaron adueñarse de Haití, saquearlo y expoliarlo. La conciencia de la humanidad debería ponerse la obligación de reconstruir Haití. De devolverle a su pueblo la dignidad que les ha sido arrebatada. Sería una oportunidad para demostrarnos que no todo se ha perdido. No basta con mandar algunos centenares de Cascos Azules ni de regalar productos que subsidian a las grandes e ineficientes corporaciones de sus países. Lo que se gasta en un solo día de las campañas bélicas auspiciadas por Occidente podría cambiar la faz de esa isla de tan dramático como incierto futuro. Hay que hacer algo diferente, algo de verdad por Haití y por la viabilidad del mundo. Hay que hacerlo pronto, muy pronto.