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lunes, 4 de junio de 2012

HELEN KELLER: ¿PORQUÉ CONTENTARNOS CON VIVIR A RASTRAS CUANDO SENTIMOS EL ANHELO DE VOLAR?


Helen Keller nació el 27 de junio de 1880 en Tucumbia, Alabama, EEUU, en el seno de una familia de clase media, siendo su padre, editor de prensa. A los 19 meses, en febrero de 1882 sufre una grave enfermedad  diagnosticada como “fiebre del cerebro” (se presume que fue meningitis o escarlatina). Al bajar la fiebre, su madre notó que la niña no reaccionaba cuando sonaba la  campana de cena, o cuando pasaba la mano delante de sus ojos. Los médicos le confirmaron que había quedado sorda y ciega a consecuencia de su mal. Los siguientes años fueron muy duros para Helen y su familia. Ella se hizo una niña muy difícil, arrojaba platos y adornos, aterrorizando a todos con rabietas, gritos y su mal humor. Tras  sufrir varias crisis, sus padres toman los servicios de una profesora personal, la institutriz irlandesa, Anne Sullivan, una mujer abandonada de niña y ciega desde los cinco años hasta la adolescencia, cuando mediante intervenciones quirúrgicas pudo recuperar la visión convirtiéndose en la alumna más aplicada de su clase y graduada con honores.

Helen Keller y Anne Sullivan
Anne le ayudó a controlar su mal genio y ponía la mano de Helen en su garganta para que pudiera notar las vibraciones creadas al comunicarse, así le enseñaba a hablar. Luego aprendería el lenguaje manual de los sordomudos, el alfabeto manual táctil y más adelante, con el sistema Braille, a leer y escribir, así como operar las máquinas de escribir en ese alfabeto. En 1888, Helen Keller recibió clases en el Instituto Perkins y después en el Horace Man School para sordos en Boston (Massachusetts) y en 1894 se trasladó a Nueva York para continuar sus estudios en la Escuela Wright - Humason para Ciegos. Con el apoyo de Anne, Helen se preparó para seguir estudios superiores. Fue a la escuela de Cambridge para señoritas desde 1896 y en el otoño de 1900 entró en la Universidad de Radcliffe. Durante sus estudios escribió su primer libro publicado en 1903, La historia de mi vida. Fue la primera persona sordociega que podía alcanzar la meta de seguir clases en una Universidad y graduarse con honores en 1904. Entonces se comenzó a interesar por los problemas sociales y a cuestionar la desigualdad entre los seres humanos.

Visitando a soldados heridos
Ese mismo año hacía su primer discurso público durante la exposición de San Luis y luego realizaron una serie de viajes ofreciendo charlas y conferencias sobre su propia vida en las que ambas participaban y respondían las preguntas de los más variados auditorios. Sus presentaciones las llevaron al extranjero, incluidos países de Europa y África. En 1918  Helen, Anne y su esposo John se mudaron a Forest Hills, en Nueva York. Helen instituyó  su nueva casa como la sede para obtención de fondos de la Fundación Americana para Ciegos en la que recolectaba dinero y hacía campañas para mejorar la calidad de vida y las condiciones de las personas ciegas, quienes eran discriminados y educados en asilos que no los insertaban en la vida normal. Su tenaz persistencia contribuyó para cambiar las condiciones de atención a las personas con casos de sordera y ceguera. Como miembro del Partido Socialista, luchó activamente en las jornadas por los derechos de los obreros y personas de capacidades distintas. Siguió dando memorables conferencias y recibió numerosos reconocimientos, en 1932 es nombrada Vicepresidenta del Real Instituto para Ciegos del Reino Unido y en 1934, al quedar ciega su entrañable amiga Anne, Helen se vuelca a atenderla tratando de devolver lo mucho que había recibido de ella, quien fallece en 1936.

Con el presidente John Kennedy
 Durante la Segunda Guerra Mundial, Hellen visitó los hospitales militares alentando a los soldados heridos y mutilados en acción. Con la salud resquebrajada recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de manos del presidente Lyndon Johnson (la más alta condecoración otorgada a civiles) y en 1965 fue distinguida como La mujer del “Salón de la Fama” en la Feria Mundial de Nueva York. El 1 de junio de 1968 muere mientras dormía en Eaton, Connecticut. Su funeral se realizó en la Catedral Nacional de Washington DC. La urna más tarde sería llevada al un lugar donde descansaban los restos de Anne Sullivan en la misma Catedral. Su obra ha trascendido como una epopeya por la vida frente a las más duras adversidades destacando Optimismo, 1903; El mundo en el que vivo, 1908, el de más resonancia internacional, en el que narra el contraste entre la riqueza de la vida íntima que guardaba su alma frente a su menguada vida sensorial; Canción del muro de piedra, 1910; Fuera de la oscuridad, 1913; Mi religión, 1927; El medio de una corriente, 1929; Paz en el atardecer, 1932; El diario de Helen Keller, 1938, y Déjanos tener fe, 1940.





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