En un llamado para alcanzar nuevas y más ambiciosas metas para ayudar a
los más vulnerables, y reflexionar sobre la oportunidad de crear un mundo sin la mácula
de la pobreza y la exclusión económica, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, delineó un audaz programa para
que la comunidad mundial logre poner fin a la pobreza extrema antes de 2030 y
promover una prosperidad compartida a fin de incrementar, en cada país, los
ingresos del 40% más pobre de la población. Estos conceptos fueron vertidos en
su discurso pronunciado en la Universidad de Georgetown.
“Nos hallamos en un auspicioso momento histórico, en que se combinan los
éxitos de décadas pasadas con perspectivas económicas mundiales cada vez más
propicias para dar a los países en desarrollo una oportunidad —la primera que
jamás hayan tenido— de poner fin a la pobreza extrema en el curso de una sola
generación”, dijo Kim. “Nuestro deber, ahora, debe consistir en hacer que a
esas circunstancias favorables se aúnen decisiones deliberadas que materialicen
esa oportunidad histórica”.
Kim señaló que las economías en desarrollo se recuperaron rápidamente de
la crisis y se encuentran en una posición fundamentalmente sólida, resultante
de una mayor estabilidad macroeconómica, el fortalecimiento del Estado de
derecho y el aumento de las inversiones en capital humano e infraestructura;”… si examinamos el panorama económico que tienen ante si los
países en desarrollo, las perspectivas son más luminosas. Se prevé que las
economías del mundo en desarrollo experimenten este año un crecimiento del
5,5%, y para 2014 y 2015 prevemos un crecimiento aún mayor: del 5,7% y del
5,8%, respectivamente.”
Recordó que el primer objetivo de desarrollo del milenio, reducir a la
mitad la pobreza extrema, se alcanzó en 2010 (bajó de 21% cuando en 1990 era 43%),
un lustro antes de lo programado, gracias a las inversiones en redes de
protección social realizadas durante años por los países en desarrollo y la
ardua labor llevada a cabo por ellos para crear el espacio fiscal y los
amortiguadores macroeconómicos que les permitan reaccionar eficazmente frente a
eventuales crisis. Sin embargo recalcó que “…para que el crecimiento siga
siendo del 6% —para no mencionar el 7% o el 8% logrado por muchas economías en
el período de auge anterior a la crisis— se requerirán esfuerzos sostenidos de
reforma. Por ejemplo, los países deberían seguir mejorando la calidad de la
educación, la gestión pública y el entorno de negocios, modernizando su
infraestructura, haciendo efectiva la seguridad energética y alimentaria y
mejorando el sistema de intermediación financiera.”
También mencionó los nuevos riesgos
como el calentamiento planetario, la desigualdad expresada en que 1300 millones
de personas siguen viviendo en condiciones de pobreza extrema, 870 millones de
seres humanos padecen hambre a diario y cada año fallecen 6,9 millones de niños
de menos de cinco años de edad. Quedan por tanto tareas pendientes como la
aceleración de la eliminación de la pobreza extrema, el fomento de una
prosperidad compartida no solamente por personas, comunidades y naciones, sino
que además debe ser intergeneracional. Se plantea entonces el objetivo de
desaparecer la pobreza extrema para 2030 para lo que hace falta acelerar la
tasa de crecimiento registrada en los últimos 15 años, que el crecimiento reduzca la pobreza, consolide el empleo y reduzca la desigualdad,
así como evitar desastres climáticos, nuevas crisis de alimentos, de combustibles
o financieras.
Jim Yong Kim |
El presidente del Banco Mundial
concluyó diciendo: “Si actuamos hoy, si trabajamos implacablemente por la
consecución de estos objetivos de erradicar la pobreza extrema y fomentar la
prosperidad compartida, tenemos la oportunidad de crear un mundo para nuestros
hijos que se caracterice por oportunidades para todos y no por marcadas
inequidades. Un mundo sostenible donde todos los hogares tengan acceso a
energía limpia. Un mundo en el que todos tengan alimentos suficientes. Un mundo
en el que nadie muera por causa de enfermedades que se pueden prevenir”.
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