EL DÍA DEL ORGULLO GAY

Por: El Dinosaurio sin corbata (*)

Ayer se celebró el día del orgullo gay. Yo personalmente no creo que la condición de homosexual sea algo de lo que sentirse orgulloso. Como tampoco la condición de heterosexual o bisexual. O el ser negro, indio, blanco, alto, pequeño, calvo o de ojos cafés. Son factores inmanentes del ser humano que no están sujetos a la voluntad.

Se atribuye a Schopenhauer la frase “El destino es el que reparte las cartas, pero nosotros los que las jugamos”. No hay ningún mérito, ningún esfuerzo, ningún sacrificio, ninguna lucha en el recibimiento de las cartas. Si alguien nació en Brasil o en Finlandia; si al humano le tocó ser bipolar, diabético o guapo, con un pene pequeño o con unos senos grandes; no fue él el responsable. ¿Por qué tendría que ser juzgado, valorado o repudiado por ello?

Júzguese al hombre por sus decisiones, acciones u omisiones. Por su perseverancia, por su disciplina, por su moral, por su trato al prójimo, por la nobleza de los recursos desplegados en las batallas libradas. Es decir, por cómo juega las cartas (buenas o malas) que el antojadizo crupier le confirió.

Por supuesto que es comprensible (y además necesario) que después de siglos de persecución, estigmatización, encarcelamiento, marginación, tortura y muerte; exista el imperioso anhelo de la autoafirmación propia y colectiva. Y de esta manera el colectivo gay ha ido ganando con justicia los derechos que le son propios. Pero la verdadera síntesis dialéctica ocurrirá el día en que ser homosexual no sea algo de que avergonzarse ni de que enorgullecerse, como no lo es el ser zurdo, el ser disléxico o el ser intelectualmente superdotado.

Después de todo, entre homosexuales y heterosexuales la diferencia que existe es de grado y no de categoría.

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