Hay un país que el 2 de agosto entrará en incumplimiento de sus obligaciones fiscales. En enero, su Departamento del Tesoro informó al Congreso sobre la crisis que se podría generar, pero el legislativo ha sido escenario de controversias y enfrentamientos entre oficialistas y oposición. El gobierno rebasará el actual límite de la deuda de 14,3 billones de dólares para luego entrar en la insolvencia para hacer frente a sus obligaciones. Esto generará pánico financiero, alza de las tasas de interés de hipotecas y créditos de consumo, disminución de pagos a los sistemas de salud y seguridad social, así como alzas de impuestos.
Si este país fuera sudamericano, africano o de Asia pobre, la comunidad financiera internacional, con el liderazgo del Fondo Monetario Internacional, (FMI) y el Banco Mundial, lo obligaría a hacer inmediatas reformas estructurales en su economía, reducir el gasto público, devaluar la moneda y seguir una línea de austeridad de la hacienda pública. Como estas medidas generarían inestabilidad política y social, el gobierno tendría que imponer duras medidas de represión interna.
Pero se trata de los Estados Unidos de América y el presidente Obama no llega a ponerse de acuerdo con los líderes del Congreso sobre cómo enfrentar la crisis. Por un lado los republicanos no aceptan que se incremente la carga de impuestos y se proponen someter a votación la autorización para incrementar el límite máximo a la deuda del gobierno hasta 2012, a cambio de aprobar una enmienda constitucional a favor de un presupuesto equilibrado.
Obama y los demócratas piensan que : “Si vamos a pedir a los ancianos, estudiantes y a las familias de clase media que se sacrifiquen, tenemos que pedir a las corporaciones y a los estadounidenses más ricos que compartan ese sacrificio”. Una clara alusión a la necesidad de elevar los tributos a los de mayor poder económico, prevista en su plan de reducción del déficit, que es rechazado por el bloque republicano.
Esperemos que esta vez, los países del llamado “Tercer Mundo” no tengan que sufrir las consecuencias del derroche y la irresponsabilidad de la primera potencia y que así como se preocupan de no impactar a sus ciudadanos, tengan respeto por los demás habitantes del mundo que ni siquiera pudieron disfrutar las subvenciones y condiciones especiales que dieron un estado de bienestar a los pobladores de Estados Unidos y demás potencias económicas. Que sean ellos los que paguen su factura.
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